domingo, 9 de noviembre de 2014

Terapia



  • Has vuelto a soñar con él?
  • En realidad sí, aunque no he descubierto nada nuevo de nuestra relación, ningún retorcimiento que la vigilia no me hubiera mostrado antes que el sueño. Pero hay algo que me preocupa más que eso, que me obsesiona hasta el punto de asfixiarme en una angustia líquida de dimensiones oceánicas.
  • Sin metáforas, por favor.
  • Entonces tendrás que permitirme despotricar, si es que esa es una autodefensa menos tóxica. Sí, sí, lo es, lo es... Pero lo que pretendo decirte no entiende de sutilezas, sabes? Mi padre era un auténtico infanticida, el psicópata religioso, un verdadero cabrón. Hasta ahí todo está bien. Supongo que en mayor o menor medida individuos así los hay en todas partes. Lo que es totalmente incomprensible es la reacción de mis semejantes. Qué clase de dementes misántropos adoran a un Dios que pide a un hombre que mate a su hijo? Y el muy sarcástico me perdona la vida en el último segundo. Menudo cretino.
  • Así que ahora tu odio va dirigido hacia Dios.
  • No, mi odio se lo merece la humanidad. Su propia misantropía es contagiosa. Mis vecinos me desprecian por rechazar a mi padre, comprendes? Él, que a duras apenas dudó en llevarme en burro hacia la colina de Moria y atarme con tirantes cuerdas sobre la leña... Dos veces tuvo el ángel que llamar al maldito chalado para que se detuviera. No oyes la carcajada de Dios? Se está descojonando a nuestra costa, todo el tiempo... La broma cósmica es en realidad un grotesco monólogo divino. Por eso me dejó con vida, para que el resto de ella recordara el frío del ara contra mi mejilla y sufriera el martirio de la soledad.
  • Esto es nuevo... vamos avanzando. De qué clase de soledad hablas?
  • Ellos desean adentrarse en la fe junto a mi padre: su abominable acto, en vez de desanimarles, los envalentona. Mientras tanto, yo adolezco de una lucidez cuya carga es la incomprensión. Lo ves? Dios me conserva como testigo de un chiste del que sólo él se puede reír, y yo permaneceré aislado mientras escuche sus accesos de hilaridad.
  • Sigue pareciendo que proyectas tu frustración hacia a Dios.
  • Tal vez sea cierto, estoy algo cansado... Pero no, no, no es así, me debo estar explicando con poca claridad. La penosa actitud de Dios, a pesar de todo, es inherente a su magnanimidad. El castigo y la misericordia sólo pueden expresarse simultáneamente a través de la contradicción, y la contradicción puesta en escena equivale a una parodia. La exigencia inicial y la posterior recapitulación manifiestan el sinsentido necesario de cualquier narración, pero mis iguales, por lo que parece, son incapaces de advertirlo. Sé que mi juicio peca de soberbia... Pero Él me disculpará o sino mandará alguien a matarme de nuevo. La cuestión es que el perdón de Dios no podría darse sin su previa condena. En cambio, para los miserables humanos el tema es mucho más sencillo. La condena o el perdón son en este caso elecciones libres. La comedia, si se le puede llamar así, deja paso al humor. Y sin embargo, han preferido aceptar el crimen de mi padre y con ello, legitimar mi destino, puedes creerlo?
  • Puedo creerlo todo. Y ahora, Isaac, tengo que atender a la próxima visita. La siguiente semana hablaremos más de ello.
  • El que ríe, eso significa mi nombre. Un último detalle macabro que añadir a esta elocuente tortura... Sí, sí, lo comprendo, gracias... Es Caín? De acuerdo, me marcho, ya me estoy yendo. Gracias de nuevo, pagaré a la salida.