jueves, 20 de noviembre de 2014

La luz y Josep Pla


Malva, rosa, violeta, añil, lila, morado; el aire es tan transparente de Port de la Selva a Cadaqués que cuando hay humedad los colores parecen emborronados. Al caer la tarde un resplandor recorre de un grito toda la costa catalana: la repentina claridad crepuscular es tan apetecible y tan nueva como un beso en la boca. Una luz que es un fantasma, o mejor, un espíritu: aparece en una línea, permanece un momento junto a nosotros, es reabsorbida en la negrura de la imprenta. Un personaje más que tiembla, crece y se arrastra, fuma hasta inmolarse y viene a morir en brasas rojizas a orillas de un párrafo que es inmenso y azul, salado.
La encantadora luz de Pla me mece entre sus aromas antes de dormir. La sosegada, añorada luz. En la espesa noche hace de vigía de mis sueños. Lo hace, como sólo podría hacerlo la luz de la infancia.