Hola, hola. Cómo va? Ha tenido una buena semana? Bien, bien, me alegro. Eso siempre ayuda. Un café? De acuerdo, entiendo. Pues empecemos. Si ha reflexionado sobre lo que le dije hace unos días habrá notado que me delatan ciertas ambigüedades, me equivoco? Los psicólogos y los terapeutas, cuando peroramos, tendemos ha asemejarnos a los curas. Los sermones parecen un debate sobre el cielo y el infierno, la cuestión de la enfermedad una disputa entre el bien y el mal. Pero usted sabrá bien que no es tan sencillo... La angustia, por sí sola, no tiene porqué ser maligna. El problema surge cuando se convierte en un sustitutivo. Supongo que por eso está aquí, verdad? La ha convertido en el puente a los sentimientos, en el inevitable sucedáneo de la pasión. Cualquier impresión, por pequeña que sea, tiene que verse envuelta en un clima de aflicción para que la interprete como real. No se obsesione, ya le dije que esto es más habitual de lo que parece... Tampoco es fácil reclamar una continua jovialidad. De hecho, no pretendo llegar a ese extremo: además de inalcanzable, resultaría estéril. Lo que debe entender es que el sentir, incluso el más intenso, no necesita de la fatalidad. El drama y la náusea no son consustanciales al éxtasis. Ese es un engaño al que, de un modo u otro, nos ha sometido la literatura. Dice que no lee demasiado? Bueno, eso no importa, ciertos modelos se extienden más allá de lo pensable... El caso es que una actitud así a menudo conduce a eludir las frustraciones del afecto tangible mediante la fantasía de un impedimento suprapersonal. Pero esa no es más que una nefasta muestra de impotencia emocional... La satisfacción puede darse sin sombras de disgusto, el orgasmo auténtico prescinde del vómito. No pretendo aparentar elocuencia: tuve un paciente al que eyacular le producía arcadas. Es un caso conocido en el gremio, no vaya a pensar que voy en contra del secreto profesional... Pero como le iba diciendo, la consumación del éxito en su persona estaba tan íntimamente ligado a la tragedia que no lograba entregarse al goce sin presentir un devastador amago de penalidad. No sonría, es terminantemente cierto. Pero bueno, por hoy ya es suficiente, esta debe ser la única consulta en que el médico divaga más que el paciente... No se apure, que todo llegará. Pero antes de permitirle expresarse, debe aprender a respirar. Olvídese momentáneamente de todo lo que le dicho, y antes de tragarse el aire mastíquelo como si se tratara de carne. Muy bien, así me gusta. Y ahora: inspire.