Abrigado por la sombra de los plataneros
hay un niño
que juega
mientras entre las crisálidas
de la tarde
crece el calor.
Se oye el griterío lejano
de la ciudad
y el polvo amarillento, levantado,
por miles
de moscas
zumbando,
recuerda el humo.
De vez en cuando, el vienta sopla y mueve
los ramilletes de flores de las niñas,
todas ellas,
transparentes. Caminan con los calcetines altos de la mano
del abuelo.
del abuelo.
Suenan como disparos de primavera.
El niño no lo escucha
y sigue
jugando
entre las tiernas mariposas
del ocaso.